CIELO ESTRELLADO
Durante más de un año utilicé un transporte público para ir de San Ángel hacia mi casa en el Pedregal de San Nicolás, microbuses bastante deteriorados. Un día que estaba muy cansado quise apoyar mi cabeza sobre el cristal de la ventana, pero no pude hacerlo porque estaba estrellado. Mi cansancio se tornó en enojo, después entré en una especie de trance. Observar la grieta hizo que me olvidara de todo, descubrí belleza en esa imperfección. Entonces una imagen vino a mi cabeza: un rayo que parte el cielo y de pronto queda congelado. ¿Cómo crear un muestrario que describiera ese mundo al que me enfrentaba todos los días, un mundo de objetos producto de la erosión diaria, marcas de una agresión, huellas de un acto violento, datos de la arbitrariedad del accidente?¿Cómo darles voz? ¿Cómo sacarlos de su dispersión? Pensar en esos objetos reavivó mis sentidos al hacerme consciente de su presencia y me sugirió la idea de utilizar vidrios rotos como representación. Quería dejar al azar expresarse a sí mismo, reivindicar el accidente y la fuerza despótica de su efecto (semejante a la del rayo) como medio expresivo. Atrapar ese fragmento del mundo que paradójicamente se crea cuando las cosas se desintegran, se rompen, se descomponen, se convierten en desechos, en pedazos que ya no tienen sitio. ¿Cómo existir sin destruirse a cada instante? Lo asombroso aquí es la gran cantidad de cosas que a pesar de esa destrucción siguen de pie funcionando.